NOVELA
- Luz América Bertheau Mejía
- 7 may 2019
- 4 Min. de lectura
El fuego era fuerte. Las llamas era lo único que se podía ver en aquella oscuridad.
- ¡Jane!- grité desesperadamente
Tenía que encontrarla. El calor de aquí podía matarla.
Seguí buscando cuando, de pronto, una llama roja apareció enfrente de mí.
La vi fijamente. Tenía una especie de figura oscura en su interior. Lentamente intenté tomarla con cuidado para no quemarme con la extraña llama roja.
Por alguna razón ese fuego no quemaba. Era como si no existiera.
Apenas toqué la extraña figura, el fuego rojo desapareció y pude ver claramente lo que era.
- La... llave de la vida- dije con temor
"La llave de la vida" es un amuleto egipcio que significa “vida eterna”. Una cruz de plata con un ovalo arriba donde en su centro se hallaba una piedra roja que parecía ser un rubí y que ahora tenía en mis manos. En mi cuello llevaba una cadena de plata que, al hacer contacto con la reliquia egipcia, se unieron formando un collar. Me quede tan sorprendida con el hecho que, de no ser por ese ruido, habría olvidado la razón por la que estaba en ese lugar.
- ¡Darcy!
Ese ruido era un grito desgarrador. Era la voz de Jane.
- ¿Jane? ¡Jane! - intenté llamarla
Fui corriendo a donde me pareció oír la voz, pero cuando llegué encontré a un hombre con una capucha negra.
No le podía ver la cara, ni siquiera con la luz que provocaban las llamas de fuego.
- Llegó tu hora...- me dijo con la voz más fría y ronca que había escuchado, rápidamente sacó una hoz.
*Ring Ring Ring*
Mi despertador sonó
- ¡Uf! que sueño más raro tuve – me dije a mi misma
No era del todo cierto. Desde que mi hermana murió he tenido esa clase de sueños.
Rápidamente me vestí y llamé a uno de los choferes para que me llevara al trabajo.
Mientras salía vi la foto de mi familia en la mesita cerca de la entrada. Mi madre, mi padre y mi hermana a mi lado.
- Ya han pasado quince años – me dije y salí
Mi hermana murió a los dieciséis años en un accidente. Mi padre, unos pocos días después de su muerte, murió de pena. No lo culpo por ello, yo también pude haber muerto de culpa por la muerte de mi hermana, me sentía tan culpable que algunas veces había intentado suicidarme.
Tuve que ir a terapia por varios años. Se me había metido en la cabeza que mi hermana seguía con vida y la veía en todas partes. Tomó mucho tiempo el poder quitarme esa idea de la cabeza y curarme del todo.
Mi madre era una gran chef profesional. Poseía el restaurante más popular de México. Pero no volvió a cocinar después de ese día.
Por razones del trabajo tuve que mudarme lejos de casa. No quería dejar a mi madre en esa gran mansión sola, pero ella insistió en que estaba bien y que los empleados le hacían gran compañía.
- Ya llegamos señorita –dijo el chofer - Claro, gracias – respondí
Mi padre me dejó como herencia una de sus compañías y un dineral que no pude aceptar al principio. No me lo merecía. Él no pensó en dármelo a mí en primer lugar, pero tampoco podía dejárselo a otra persona. Terminé cediendo.
Bajé del auto y entré a la empresa. Todos me dijeron buenos días como de costumbre mientras entraba a mi oficina.
-Buenos días señorita Bennet ¿Cómo le fue? ¿Se le ofrece algo? Aquí tiene los informes del día. Tiene una junta mañana a las diez.
Fue un largo día de trabajo, pero al menos eso me distraía de mis pensamientos.
Regresando a mi departamento me encontré a Lucas, mi prometido.
- ¡Lucas! – dije al verlo.
Él me besó.
-¿Qué tal el trabajo hoy? – me preguntó.
-He tenido días peores.
-Tranquila, sólo piensa que pronto estaremos casados
-Es lo único que me alegra en estos días. - Le dije mientras abría la puerta de la casa. - ¿No entras? – Le pregunté
-También estoy ocupado – respondió un poco deprimido de repente.
-Entiendo
Lo entendía perfectamente. Lucas tuvo un hermano gemelo que falleció cuando era niño. Cayó en una cascada de enorme altura y, por alguna razón extraña, nadie pudo encontrar su cuerpo. Su situación fue mucho peor que la mía ya que él tenía cinco años y a esa edad no es fácil superar la muerte de alguien que amas. Desde ese día sus padres buscan el cadáver, y cuando ellos dejaron la búsqueda él la continuó.
Él me ayudó a superar lo de Jane. Fue el único que supo curarme, porque fue el único que pudo comprenderme.
Nos despedimos y entré a mi casa.
-¡Lila!- grité de emoción al ver a mi perrita. Le di su comida y me fui a la cama.
Me di cuenta mientras me acostaba que no le había dedicado el tiempo, ni los cuidados que necesitaba, así que decidí que para mañana pondría un anuncio para conseguir a alguien que se encargara de ella mientras no estaba y que de paso también se encargara del mantenimiento de la casa.
Al día siguiente fui a comprar flores, me dirigí al cementerio a ver a mi hermana y a mi padre. Siempre que podía, venía a este cementerio y les dejaba flores.
Pero ese día fue diferente.
Cuando me dirigía a sus tumbas pude ver a una persona encapuchada dejando flores en la tumba de mi padre. Debió ser muy cercano a él porque se le veía muy triste.
- ¡Disculpe! - le grite- ¿Quién es usted?
La persona al verme se fue corriendo. Al parecer me conocía, porque se iba muy asustado.
- ¡Espere! – le grité. Traté de alcanzarlo, pero no pude.
Después de perder a la persona de vista fui a ver la tumba de mi padre.
Las flores que había dejado no eran normales, eran de color negro y de largos y curvados pétalos; sus tallos eran color rojo.
- Así que esta persona las traía – me dije
Esas flores ya las había visto antes, pero más marchitas. Era la primera vez que las veía frescas. Pero, ¿quién era esa persona?, ¿cómo conocía a mi padre? y ¿por qué huyó al verme?
Género: Suspenso, terror

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